de Germán Mazuelo Leytón
Fue el Papa Pío XI quien afirmó que “el comunismo es intrínsecamente perverso, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana” (Encíclica Divini Redemptoris n.º 60).
Y fue el mismo Papa el que condenó también el nazismo en otra de sus grandes encíclicas, la Mit brennender Sorge (1937).
A la perversión moral en la que estamos hoy, no se llegó de la noche a la mañana.
Pensadores como Voltaire (1694-1778), Rousseau (1712-1778), Diderot (1713-1784), y los enciclopedistas gestaron la Revolución Francesa, algunos de los cuales negaban la existencia de Dios, o si la admitían, sostenían que Dios no tenía nada que ver con este mundo, “que Él le había dado cuerda como a un reloj, y lo había abandonado hasta que esa cuerda se acabe”. Lo que equivaldría por así decirlo, a que estamos solos, y concluyeron glorificando al hombre y el razonamiento humano con la ideología de la “autonomía de la razón”, su filosofía moral el deísmo, y denominaron a sus tiempos “el siglo de las luces”.
Los revolucionarios franceses, como seguidores del racionalismo llevaron sus enseñanzas a su lógica conclusión: asesinaron a sacerdotes y monjas, saquearon y profanaron iglesias, destruyeron imágenes, y hasta llegaron a entronizar a la actriz mademoiselle Aubryan, en la Catedral de Notre Dame, denominándola “la diosa razón”, una expresión idolátrica en su forma más beligerante.
Durante el reinado del terror de la Revolución Francesa, se utilizaron las iglesias como establos para demostrar el desprecio de los revolucionarios a la Religión Verdadera, el hombre sin fe rechazó a Dios y su Ley, y parecía haber ganado temporalmente.
La Revolución Francesa “fue una consecuencia de la negación y de las rupturas del siglo XVI, del enfriamiento de la fe durante el siglo XVII, de la exaltación de la razón en el siglo XVIII, y de la explotación de la rebelión por el poder de la francmasonería fundada en 1717 (…) Desde el siglo XVI sale el drama de la rebelión” (P. José de Sainte Marie). Aquí vemos prefigurado el materialismo del comunismo ateo.
El deísmo del siglo XVIII engendró el racionalismo del siglo XIX y éste produjo el humanismo secular del siglo XX en los Estados Unidos y el comunismo ateo en Rusia, donde Stalin en su búsqueda “de usurpar la autoridad de Dios por medio de la exaltación del hombre”, conllevó terribles sufrimientos y destrucción para el mismo hombre.
Piotr Kropotkin, “considerado como uno de los principales teóricos del movimiento anarquista, dentro del cual fue uno de los fundadores de la escuela del anarcocomunismo, y desarrolló la teoría del apoyo mutuo”, dijo que la Revolución Francesa fue “la fuente y el origen de todas las concepciones actuales comunistas, anarquistas y socialistas”.
El gran Papa León XIII, el Papa de la Doctrina Social de la Iglesia, condenaba así: “…aquella secta de hombres que, bajo diversos y casi bárbaros nombres de socialistas, comunistas o nihilistas, esparcidos por todo el orbe, y estrechamente coaligados entre sí por inicua federación, ya no buscan su defensa en las tinieblas de sus ocultas reuniones, sino que, saliendo a pública luz, confiados y a cara descubierta, se empeñan en llevar a cabo el plan, que tiempo ha concibieron, de trastornar los fundamentos de toda sociedad civil. Estos son ciertamente los que, según atestiguan las divinas páginas, ´mancillan la carne, desprecian la dominación y blasfeman de la majestad´ (Jdt. epist. v. 8)”.
En efecto, toda ideología, toda concepción política, todo gobierno que prescinda de Dios y del orden moral objetivo son “intrínsecamente perversos”, ya que afirman en la doctrina y en la práctica la autonomía soberana de la libertad.
Siguiendo la doctrina del Papa Pío XI en la encíclica “Divini Redemptoris”, quien condenó “los errores presentados bajo un falso sentido místico”, y del Concilio Vaticano II que advirtió “de esta especie de falseada redención de los más humildes” (GS 20-21), el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (Nº 676), pone de aviso sobre los “mesianismos secularizados”: “esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, “intrínsecamente perverso”.
El cristiano no puede adherir a aquellos “sistemas ideológicos que se oponen radicalmente o en los puntos sustanciales a su fe y a su concepción del hombre: ni a la ideología marxista, a su materialismo ateo (…) ni a la ideología liberal” (Juan Pablo II, Carta apostólica en el 80º aniversario de la Rerum Novarum, Nº 26), estas corrientes buscan apoderarse de la religión, instrumentalizando a las iglesias para servirse de ellas con el fin de la destrucción de la religión y de la creencia en Dios (cf. Miguel Poradowski, el Marxismo en la Teología).
¿Será eso que Francisco, el actual Obispo de Roma quiso decir cuando exclamó: Pecadores sí, Señor, lo somos todos, ¡pero corruptos jamás!”?
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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(Article reprinted with author’s permission, from the text at La Patria, Martes, 10 de mayo de 2016, Bolivia – Nacional).